Las pequeñas ausencias

Se preguntaba si resistiría a la ausencia de ellos. Sus risas se difuminaron en un fría madrugada de invierno. Despertó y sus alegres pasitos no sonaban más por el departamento. No había llantos ni quien acudiera a sus brazos para ser consolado. En el olvido quedaron los frenéticos piecesitos que recorrían los grandes espacios de la habitación. De repente, su corazón se sintió comprimido. Esas pequeñas ausencias eran el todo que llenaba su vida. Entendió que la nada no equivalía a un vacío, sino que éste radica en extrañar el contenido, la esencia del existir. De sus risas, llantos, palabritas, de los sonidos infantiles hasta su eco estaba ausente. Su corazón encogido empezó a envejecer. La soledad se vuelve insoportable cuando la necesidad de estar con lo amado es más fuerte que la convicción de estar contigo mismo. Se preguntaba si esas pequeñas ausencias, esas pequeñitas personas, eran lo que más le importaban en su vida. Se preguntaba si ante esas pequeñas ausencias no desfallecería

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